Combate a la pobreza…
José María Mena Rentería.
Dar lo que se pueda, compartir -cotidianamente- cada ciudadano en posibilidad de hacerlo, conforman acciones que son fórmula –real- para combatir la pobreza en éste país, donde más de 53 millones de conciudadanos enfrentan condiciones de miseria.
La desigualdad social imperante genera tal situación, imbatible -al parecer- en México, de frontera a frontera y de mar a mar, en éste país, impregnado de “gobernantes” y “funcionarios” de todo nivel cuya pretensión ha sido “erradicar” la pobreza.
La de la Secretaría de Desarrollo Social, (Sedesol), en el presente, así ejemplifica pues los ahí ubicados “combaten” la pobreza. Son burócratas de nivel medio para arriba, todos dotados de emolumentos insultantes, dada la “existencia” de un 50 por ciento de los mexicanos en penuria.
Verdad incontestable es que sexenio a sexenio la problemática de la pobreza, no ha sido al menos minimizada. Por el contrario, se ha magnificado.
Los que poco o nada tienen no pintan nada para una clase gobernante que integra la llamada “familia feliz” o “clase dorada” donde los puestos de gobierno, que mantienen secuestrados, sirven para enriquecimiento hasta la tercera o cuarta generación.
Tal es el “México Bárbaro” del presente porque el otrora abordado por el escritor John Kenneth Turner, sobre el porfiriato, quedó -por lo que acontece- en calidad de cuadernillo de párvulos.
Verdad que no admite réplica es la que alude a que políticos pobres no alientan en México. Así lo mencionó alguna vez -décadas atrás- el profesor Carlos Hank González (f), que aludió así a una verdad de “a kilo” vigente hasta hoy día.
Posiciones “políticas”, sueldos faraónicos, prebendas, “negocios” y “buscas” de toda índole en aras de la “re presentación” ciudadana sobran a los trepados en el candelero del poder.
En el ínterin y al paso de los sexenios, ésa ha sido, es, la realidad fomentada por una clase “gobernante” cuyo actuar niega todo bienestar común, real, en medio de condiciones de vida que han hecho de México un país exclusivo para ser habitado pudientes o por “políticos”, en tanto a más del 50 por ciento de su población castiga el silicio de la miseria persistente.
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